En la pequegna salita del MAM la luz va ocupando espacio paulatinamente, se exagera, crece, se multiplica, ilumina las paredes, las caras de los intrusos. La luz se dispersa, aparece como una invacion de burbujas fluorescentes donde unas se contagian de las otras. Aunque no avances ni un paso la luz te alcanza, llega a ti porque se ha propagado en cuestion de minutos. Puedes distinguir algunas tonalidades de violeta y amarillo y algunas de las formas esfericas empiezan, pronto, a apagarse. Se puede morir de tanta luz?
No es la luz la que nos mata sino el exceso de luz lo que puede aniquilarnos. Con el cancer ocurre lo mismo, no es la celula la que mata sino la presencia de muchas de ellas. Lo natural en nuestro cuerpo se expande e invade todos los espacios corrompiendo cada organo que encuentra a su paso. No encuentro un boton que permita dejarnos a oscuras para asi terminar yo misma con el proceso antes de que la luz se apodere de todo. No queda mas que esperar, me temo que el proximo apagon en la sala significara otra extirpacion, otra amputacion, otra aniquilacion u otra muerte. El proceso se repite, vuelve a empezar en una esquinita hasta que la sala queda toda iluminada nuevamente. Aquel lugar, todavia hoy, me parece un precipicio.
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