Llevo puesto el vestido negro de saten con encaje en el escote, el de mangas largas y falda por la rodilla, medias negras y zapatos cerrados de gamuza. Me he coloreado los labios de un rojo negrusco y dibujado un par de cejas finas en la frente. He colocado en el fonografo un viejo vinyl de La Mome Piaf. Delante del espejo me veo gesticulando un frances de deliciosa musicalidad y he cerrado un poco los ojos para imaginarme en algun club nocturno de los Champs-Elysees. La fille de joie est triste, cuando canta le vienen todos los recuerdos de golpe y el dolor aletea en su pecho. La fille de joie est seule, su voz tiembla, se desgarra en un hermoso lamento que deleita los oidos virtuosos y con sus manos aprieta la tristeza hasta estrangularla. Le canta al cielo gris de Paris, a las tardes frias junto al Sena, al corazon de los amantes que no se volveran a ver, a la gente elegante de la ciudad luminosa, a la soledad de la que huimos para estar menos solos, a la musica, a los pequegnos detalles de los que la vida esta hecha. La del espejo, cuando escucha a la que canta tambien quiere llorar; y comienza a danzar y a girar al compas de la musica, piensa en la felicidad oculta en una nota musical, en el sonido de una ola, en el bullicio de una calle remota, en la belleza de todo aquello que nos provoque un sentimiento puro, real, intenso.
Friday, January 1, 2010
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